domingo, 23 de junio de 2013

REMOLINO DE RECUERDOS...

     Como me gusta fumar puro…se repetía al contacto del habano en sus labios mientras observaba las figuras caprichosas del humo.   Un delicioso Cohiba Churchill se consumía lentamente acompañado de un buen coñac.   Ernesto extrañaba las noches en la ciudad de México, hacía por lo menos cinco años que no estaba ahí, era el inicio del verano, un verano húmedo y frío debido al calentamiento global.   Acababa de llegar de Washington donde recibió el premio de Ciencia y Tecnología por la Organización de Estados Americanos debido sus investigaciones en el área de Neurociencias.   Durante años radicó en Suiza, pero la entrega de este premio lo hizo venir a América y decidió pasar unos días en su país.   En el aeropuerto se encontró con Pedro un viejo compañero de la carrera que no veía desde hacía más de veinte años; como el vuelo de Pedro se encontraba retrasado y él acababa de llegar, tuvieron tiempo de platicar de sus vidas.   Después de las preguntas habituales dirigieron la conversación hacia sus conocidos en común.   Había pasado mucho tiempo y Pedro que radicaba en la ciudad de México se encargó de ponerle al tanto, con un breve resumen, de todo lo que sabía.   La plática fue en un tono cordial matizada de risas y viejos recuerdos: los tiempos de la universidad, sus compañeros, los hijos de Pedro, las mujeres de Ernesto y los logros de ambos cruzaron por la mesa junto con varias tazas de café.   Se despidieron con un fuerte abrazo y en ese momento Pedro le comentó que la Dra. Celia había muerto…una mujer se ha perdido, conocer el delirio y el polvo   Celia murió.   Pedro se fue rápidamente, dejando a un Ernesto sorprendido con una taza de café capuchino a medio consumir y mil recuerdos en el alma…se ha perdido esta bella locura, su breve cintura debajo de mi…
     Celia murió.   Hacía tanto que no sabía nada de ella…desde esa última vez en el departamento de Villa Panamericana…se ha perdido mi forma de amar, se ha perdido mi huella en su mar…  cuando el miedo la hizo desaparecer de su vida para siempre…para siempre y ahora…muerta.   Su chofer lo esperaba en el estacionamiento y Ernesto decidió que antes de ir a su departamento lo llevara a recorrer parte de la ciudad…veo una luz que vacila y promete dejarnos a obscuras, veo un perro ladrando a la luna con otra figura que recuerda a mi, pero más veo que no me halló, pero más veo que se perdió,    Después del terremoto del 2032, había cambiado mucho, el hospital se encontraba como siempre en eterna remodelación, las antiguas tienditas no existían y otras habían abierto, el rumor de los antros era insoportable, el motel se encontraba derruido…era hora de llegar a casa…
     Una noche, sólo una madrugada dedicada a un recuerdo añejo, ya en la nebulosa, que luchaba por salir…una mujer innombrable huye como una gaviota y yo rápido seco mis botas, blasfemo una nota y apago el reloj…    Honestamente sólo fue un evento absurdo que ocurrió al inicio de su carrera como científico, jamás le confirió mayor importancia, nunca significó nada…hasta hoy que cobraba vida sutilmente, tan sutilmente que lo desconcertaba…que me tenga cuidado el amor, que le puedo cantar su canción… ¿Cómo es posible que un recuerdo de tan poca monta venga ahora  a su memoria de esta forma tan avasalladora? Él había huido del dolor siempre, sus logros científicos habían hecho de su vida un éxito, un éxito rotundo, con premios en su país y en el extranjero, llevaba  una vida disipada gracias a la gran fortuna que había amasado, vivía tranquilo, vivía en paz…la cobardía es asunto de los hombres no de los amantes, los amores cobardes no llegan a amores ni a historias se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar…  Le encantaban las mujeres y éstas caían rendidas a sus pies, a decir verdad, no sólo por su personalidad sino también por el gran dinero que había acumulado…comía en los mejores restaurantes (aunque nunca había dejado la mala costumbre de comer pizza fría que cortaba con  tijera), vestía con las mejores ropas, viajaba por todo el mundo y…fumaba los mejores puros.   El lujoso departamento tenía una amplia terraza desde donde podía observarse gran parte de la bulliciosa ciudad y al mismo tiempo encontrarse solo, muy solo, como siempre.   Había decidido no tener hijos ni generar apegos, el trabajo llenaba toda su vida y si se atisbaba un vacío lo llenaba con los libros de su vasta biblioteca…una mujer con sombrero como un cuadro del viejo Chagall…   Su vasta biblioteca, era lo que más extrañaba de su ciudad.  Le gustaba la música de trova, era parte de su adolescencia, aunque sólo la oyera en la lejanía y no perteneciera a su mundo…corrompiéndose al centro del miedo… Ese era un recuerdo más viejo aún…de su madre, su madre enferma de demencia senil que ni toda su ciencia ni todos los experimentos de sus conocidos habían podido mitigar.  Si bien fumaba puro, nunca lo hacía con tanta ansiedad como aquella madrugada…y yo que no soy bueno, me puse a llorar, pero entonces lloraba por mi…estaba prendiendo el tercero y el cielo comenzaba a teñirse con un ligero tono grana, era hora de dormir y volver a dar carpetazo a los recuerdos entre líneas, sólo por último pensó: como me gustaba fumar puro con ella…y ahora lloro por verla morir, pero entonces lloraba por mi y ahora lloro por verla morir…


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