Al paso de los años evoco tu guitarra
y con ella, los mil y un ocasos trovadores,
mientras en el submundo persistía el caos,
que nunca me permitiste conocer,
al que tenía prohibido entrar.
Sólo yo existía para ti,
me recibías siempre con tal alegoría
que hacía de tu gesto adusto un oasis
para mis arrebatados pensamientos.
Recuerdo que para todos eras como un dios,
no entendían lo que ocurría sobre sus cabezas
y a ciencia cierta yo tampoco.
El tiempo borró a las personas que me llevaron a ti,
han desaparecido en el mismo caos que crearon,
tú mismo elegiste un dantesto destino,
pero en mi memoria sigue recreándose tu sonrisa
al tono de las cuerdas de Silvio Rodríguez...
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